En el
edificio en el que vivo se está llevando a cabo la sustitución del
antiguo ascensor por uno nuevo. La decisión de acometer esta reforma
se tomó en una esperpéntica reunión de los propietarios con un
representante de la empresa administradora de fincas, en la que de
una u otra manera fuimos coaccionados para que se encargase de dicha
obra, determinada empresa ¨líder” en el sector, aunque
objetivamente no fuese la mejor de las ofertas (desde el principio
fue prácticamente la única propuesta a considerar). En dicha junta
vecinal fui testigo del aborregamiento del resto de propietarios, que
sin apenas ofrecer resistencia, acataron la propuesta del
administrador de fincas y el presidente de la comunidad, aún cuando
era evidente la connivencia de ambos con la empresa instaladora.
Comprendí rápidamente que, cual muestra representativa de la
sociedad, los vecinos actuaban movidos por el desconocimiento y
siendo víctimas de la manipulación informativa del administrador de
fincas y el presidente de la comunidad, que no cejaban en su empeño
por sembrar el miedo y las dudas ante cualquier otra propuesta que no
fuese la de dicha ¨empresa líder en el sector¨. Y digo que cual
muestra representativa de la sociedad, ya que esa acción
manipuladora está presente en nuestras vidas cotidianamente a través
de los medios de comunicación, partidos y cargos políticos, redes sociales,
etc...
Pero
lo que en verdad me preocupa es que la reforma está a punto de
terminar y pronto estrenaremos ascensor después de varios retrasos
en la obra, que nos han mantenido durante buena parte del verano
subiendo y bajando escaleras.
Siendo
previsor y conociendo las costumbres caninas, es probable que mi
perro Ricky, decida marcar con la típica meadita, el territorio de
ese nuevo espacio vecinal que representa el ascensor.
Siendo
previsor, cuando ese momento llegue, saldré de casa aprovisionado de
una buena cantidad de papel de cocina, una bayeta o lo que sea
necesario para limpiar el chorrito de orina, en caso de que no
consiga evitar que Ricky acabe llevando a cabo su instintiva acción,
que simplemente pretende proteger su territorio o mostrar su miedo e
inseguridad.
Siendo
previsor, cabe la posibilidad de que algún vecino sea testigo de tal
comportamiento del chucho, tan natural por otra parte.
Siendo
previsor, puede ocurrir que ese vecino se moleste enormemente porque
el bueno de Ricky rocíe con su pis parte del suelo o alguna de las
paredes de la cabina del nuevo y flamante elevador. Y aunque todo
pueda relativizarse, puedo llegar a entenderlo.
Lo
que realmente me cuesta entender es como ese vecino, se puede
enfurecer por una pequeña micción canina, pero sin embargo acepta
de buen gusto que otro vecino (el presidente de la
comunidad) y un par de empresas (administrador de fincas y empresa
instaladora de ascensores) se rían de él en su cara y acaben imponiéndole
una reforma con unos costes y unas condiciones de financiación
abusivas, basándose en supuestas ventajas, desconfianzas hacia la competencia y
tergiversaciones.
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