lunes, 10 de septiembre de 2018

CORBATAS
















Nunca me he puesto una corbata ni creo que vaya a hacerlo.
Simplemente me parece un complemento estético ridículo, que en mi opinión, poco o nada aporta a la indumentaria (generalmente masculina).

Un trozo de tela anudado al cuello de la camisa, que sin embargo para muchas personas sigue siendo un status-symbol, tal como se empezó a entender durante la revolución francesa, después de haber sido introducida en el país galo por los mercenarios croatas que acudieron a apoyar al Cardenal Richelieu y Luis XIII en la segunda mitad del siglo XVII.

En muchos ambientes y para gran parte de la población, aporta distinción, elegancia, estatus... pero creo que sobre todo confiere “credibilidad” a quien la porta, como si el mero hecho de anudarse un lazo bajo el cuello de la camisa, le hiciese a uno acreedor de unos determinados valores.

Una corbata hace aparentar seriedad, fiabilidad, seguridad...para vender algo (agentes comerciales) , para convencerte de algo (banqueros, políticos), o simplemente para mostrar duelo, respeto o elegancia.

Basta con hacer la prueba y acudir a un establecimiento comercial, a una reunión profesional o a casi cualquier tipo de evento con y sin ella y comprobar como el comportamiento de muchas personas hacia uno cambia radicalmente en función de si vestimos simplemente con una camisa, un polo, o una camiseta o llevamos el cuello apretujado con el lacito... Instantáneamente pasamos de ser tú a usted, de ser vistos como uno más a que nos traten como alguien importante.

Sin embargo, cada vez es más común ver a personas que tradicionalmente han llevado corbata señalados como corruptos, estafadores, embaucadores, farsantes o meros ladrones, por lo que cabe preguntarse si realmente este complemento textil tan usado desde hace casi 500 años, mantiene vigencia como símbolo de estatus, elegancia, seriedad, fiabilidad o respeto. Recientemente leía una tira cómica en un periódico en el que se veía a un par de paisanos sentados en un banco público que se preocupaban y alertaban mutuamente al ver caminar hacia ellos a dos hombres perfectamente trajeados, pensando en que podrían ser gente peligrosa, ladrones, o personas de las que no se podían fiar.

Lo dicho, nunca he llevado corbata (ni en Carnaval) ni voy a hacerlo. Mi credibilidad, el respeto hacia los demás, la seguridad en mi mismo o mi seriedad no dependen de un trozo de tela anudado a mi pescuezo, que dicho sea de paso debe resultar agobiante y estresante.


Photo By Kartingman (http://www.lopezgarci.com) [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], via Wikimedia Commons

No hay comentarios:

Publicar un comentario