Nunca
me he puesto una corbata ni creo que vaya a hacerlo.
Simplemente
me parece un complemento estético ridículo, que en mi opinión,
poco o nada aporta a la indumentaria (generalmente masculina).
Un
trozo de tela anudado al cuello de la camisa, que sin embargo para
muchas personas sigue siendo un status-symbol, tal como se
empezó a entender durante la revolución francesa, después de haber
sido introducida en el país galo por los mercenarios croatas que acudieron a apoyar al Cardenal Richelieu y Luis XIII en la
segunda mitad del siglo XVII.
En
muchos ambientes y para gran parte de la población, aporta
distinción, elegancia, estatus... pero creo que sobre todo confiere
“credibilidad” a quien la porta, como si el mero hecho de
anudarse un lazo bajo el cuello de la camisa, le hiciese a uno
acreedor de unos determinados valores.
Una
corbata hace aparentar seriedad, fiabilidad, seguridad...para vender
algo (agentes comerciales) , para convencerte de algo (banqueros,
políticos), o
simplemente para mostrar duelo, respeto o elegancia.
Basta
con hacer la prueba y acudir a un establecimiento comercial, a una
reunión profesional o a casi cualquier tipo de evento con y sin ella
y comprobar como el comportamiento de muchas personas hacia uno
cambia radicalmente en función de si vestimos simplemente con una
camisa, un polo, o una camiseta o llevamos el cuello apretujado con
el lacito... Instantáneamente pasamos de ser tú a usted, de ser
vistos como uno más a que nos traten como alguien importante.
Sin
embargo, cada vez es más común ver a personas que tradicionalmente
han llevado corbata señalados como corruptos, estafadores,
embaucadores, farsantes o meros ladrones, por lo que cabe preguntarse
si realmente este complemento textil tan usado desde hace casi 500
años, mantiene vigencia como símbolo de estatus, elegancia,
seriedad, fiabilidad o respeto. Recientemente leía una tira cómica
en un periódico en el que se veía a un par de paisanos sentados en
un banco público que se preocupaban y alertaban mutuamente al ver
caminar hacia ellos a dos hombres perfectamente trajeados, pensando
en que podrían ser gente peligrosa, ladrones, o personas de las que
no se podían fiar.
Lo
dicho, nunca he llevado corbata (ni en Carnaval) ni voy a hacerlo. Mi
credibilidad, el respeto hacia los demás, la seguridad en mi mismo o mi seriedad no dependen de un trozo de tela
anudado a mi pescuezo, que dicho sea de paso debe resultar agobiante
y estresante.
Photo
By Kartingman (http://www.lopezgarci.com) [CC BY-SA 4.0
(https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], via Wikimedia
Commons